Me giré, pero al intentar correr me choqué contra alguien, cayendo al suelo.
-Adelaida, ten cuidado-lo miré detenidamente, un hombre de cabellos castaños y ojos turquesas- Elliot, déjales.
-Padre…-Elliot siseó mientras miraba a los supuestos enemigos-son enemigos…
-Son cazadores como tú.
-¡Pero Adelaida!
-¡Adelaida no tenía que estar aquí!-me miró con furia y me agarró del brazo-Nos vamos…-Me arrastró detrás de él.
-Esto no ha acabado…-Elliot miró con rabia a los otros y se giró, caminando detrás de papá.
Me giré y vi que los hombres lobo se marchaban, y Derek se giró y nuestras miradas se cruzaron por unos segundos, luego él se volvió.
Elliot me miró, dando se cuenta que miraba a alguien de ellos y se giró, pero todos estaban mirando hacia el frente.
-¿Qué miras, hermanita?- le mire bruscamente y sentí una presión en el pecho, mucho calor y como el color rojo se apoderaba de mi cara-¿te encuentras bien?
-Sí, no te preocupes –le miré, poniendo una sonrisa y Derek estaba girado mirándome.
Cuando llegamos a casa, papá hizo que nos sentáramos el sofá.
-Elliot… ¿por qué te metiste con los Blamos?-Papá le dedicó una mirada seria después de pasear por delante de nosotros.
-Porque perseguían a Adelaida.
-Adelaida… otra vez escapándote del hospital…, Qué hago con tu desobediencia.
-Lo lamento, padre.
-Estaba harto de que intentes salir cada luna llena del hospital, pero esto ha sido el colmo.
-Lo lamento, padre.
-¡Deja de decir eso!-papá me agarró muy fuerte del brazo tirándome hacia él, siseaba, tenía los colmillos afilados y una mirada de cazador- ya no eres una niña pequeña…
Elliot se levantó y agarró la mano con la que me agarraba papá.
-Suéltala…-tenía la misma serie de trazos es su cara que papá, los colmillos afilados, la mirada…-ella solo quiere ser libre, no quedarse encerrada.
Papá le agarró de la camisa y le arrojó contra el sofá.
-¡Elliot!-fui hacia él para ver cómo estaba-Papá…, cómo has podido hacerle esto a… ¡a tu hijo!-Estaba llorando, por todo lo que estaba pasando.
-Adelaida…, lo siento-me miró sorprendido, y corroído por la culpabilidad se fue de la sala con la cara baja.
-Le has tocado la fibra sensible…-dijo Elliot a duras penas mientras se incorporaba.
-Mañana quiero ir al bosque.
-¡¿Qué?!- me miró dolorido, pero a pesar de eso, su cara mostraba cual espejo una mueca de incredibilidad.
-Porfi, acompáñame.
-Repito, ¡¿qué?!
-Solo me fío de ti.-No, ni lo pienses-me puso una mano en la cabeza y me miró tiernamente, incorporándose en el sofá.
No le hice caso. Al día siguiente me puse ropa cómoda (camiseta ancha, pantalones cortos y deportivas) y salí dirección al bosque.
Ya dentro de él, caminé con paso sigiloso y cauteloso.
Volví a oír un suspiro lejano, un golpe seco y una sumisa voz que parecía reír.
-Es fácil saber quien hace esos ruidos, siempre haces lo mismo.
-Y tú pareces no cansarte de meterte en líos ¿Qué quieres?
-Nada, simplemente pasear.
-Eres estúpida-bajo del árbol y se acercó a mi-, como te huelan u oigan los lobitos…
-Ya lo sé-le mire directamente a los ojos. Se le pudo observar un leve rubor. Se apartó de mí.
-Realmente no te das cuenta de la gravedad del asunto.
-Si fuese grave estaría muerta.
Se giró mirando a ninguna parte, por alguna rozón no quería mirarme.
-¿Crees que si fuese muy grave ya te habría matado?
-Pues…sí.
-Que confianza me tienes…
-Siento que puedo confiar en ti-en ese momento se giró, mirándome perplejo-, siento que no eres peligroso, que no me harás daño, que…
-Tonterías de mujeres-volvió a girarse-, solo son sandeces que te estás inventando.
-¡No! Eso no es verdad…mírame cuando te hablo, por favor.
Salió corriendo entre los árboles. Quise detenerle, pero era muy rápido y decidí seguirle mientras le gritaba ¨ ¡espera!¨, o ¨ ¡Derek, escúchame!¨
De repente Alcander se abalanzó sobre mí.
-¿Tú de nuevo?-dijo junto con un gruñido, en estos momentos era un lobo, aquel lobo gris de ojos azules.
-¡Derek!-intentaba zafarme de Alcander mientras veía como Derek salía corriendo-¡Espera!-Alcander le miró y por un instante me soltó. Instante más que suficiente para un vampiro pura sangre.
Alcander salió corriendo detrás de mí, y yo de Derek.
-¡Derek! Por favor… escúchame…-Saqué fuerzas suficientes para alcanzarle y echarme encima de él tirándonos al suelo.
-¡Déjame!
-Por favor… escúchame.
Alcander apareció rodeándonos. Se fijó en lo rojo que estaba Derek y se fue corriendo.
-¡Tío, no me dejes aquí!
-Derek…-estaba sollozando, no sabía por qué. Tal vez fuera que sentía como mi cuerpo perdía fuerzas, porque Derek no me hacía caso o porque me sentía indefensa.
-Te escucho, Adelaida- al oír mi nombre el corazón me dio un vuelco. Él se giró y yo me incorporé en el suelo, levanté la vista y ahí estaban sus ojos, estaba tan cerca de él que empecé a sentir presión en el pecho, el corazón me latía rápido y fuertemente, sentía calor y note como me ponía roja por momentos.
Como acto reflejo mis manos se dirigieron a mi pecho.
-¿Te encuentras bien?
-Yo…-me fijé en que cada vez que él me hablaba sentía una presión mayor en el pecho-yo…-Tu…-se acercó tanto que podía sentir su respiración-, ya entiendo- puso una mirada de tristeza y se levantó del suelo-te entiendo…-me levantó empujándome hacia él y me abrazo.
Ahora sí que sentía presión.
-¿Qué haces?
-Adelaida… ¿aún no entiendes?-me apartó un poco y hizo que sus labios rozaran los míos. El corazón me dio otro vuelco de la impresión, pero mi pecho ya no sentía presión.
En esos momentos Alcander y Anker aparecieron en esa extraña y confusa escena.
-Derek… ¿eh?-se quedaron paralizados al ver que Derek me estaba besando.
Le empujé con fuerza, alejándolo de mí, tenía los ojos muy abiertos, no comprendía la situación.
-¿Adelaida?-tenía una mirada entristecida por lo que yo acababa de hacer.
No lo pude evitar y salí corriendo dejándole atrás.
-¿Derek?-Alcander y Anker seguían de piedra-¿Qué ha pasado?
Seguí corriendo sin mirar hacia atrás y me encontré con Artemis, ahora no era un lobo y me miraba sorprendido por mi presencia.
-¿Qué haces tú aquí?-esas palabras… no las soporté y me puse de rodillas en el suelo llorando.
-Lo siento… no debí venir-él estaba perplejo, y se acercó a mí.
-Pues no, pero… ¿qué te pasa?-no le sentía amenazador, no le sentía como un depredador, más bien como un cachorro, indefenso y tierno.
-Adelaida.-me giré.
-¿Alan?-patético, eso pensé cuando vi que mi hermano menor de siete años me había seguido.-Vámonos a casa, papá te busca y Elliot se está poniendo de los nervios-se acercó y me agarró la mano-, yo te guío.
-Vale- me levanté y salí andando detrás de él, me giré y miré a Artemis- adiós, no te causare más problemas.
Alan seguía arrastrándome hacia casa atravesando el bosque cuando nos encontramos con Derek, Alcander y Anker. Noté como Alan empezaba a sentirse molesto y hacía que sus colmillos se afilaran, los había olido.
-Hombres lobo…-me miró-¿Tú lo sabías?
-Sí, pero el de ojos verdes es uno de los nuestros.
Sonreí y le cogí en brazos, cuando nos cruzamos con ellos, Derek no me dirigió ni una mirada de reojo.
-Derek…-me paré en seco y ellos lo hicieron también.
-¿Qué?-me alegré tanto al oír su voz que quería girarme y dedicarle la sonrisa más grande que podía hacer.
-Te veo mañana, tenemos que aclarar cosas.
Se puso a reír por lo alto y yo lo hice por lo bajini, su risa era contagiosa.
-Vale.
-¡Adiaos!-Alan le gritó agitando la mano en el aire, puede que él fuera el más pequeño, pero por si no lo habéis notado, es el que más me comprende.
Cuando llegamos a casa Elliot se tiró a mis brazos, Breizhlander empezó a hacerme preguntas y Casper empezó a decirme lo inútil que era.
Mamá apareció en el salón.
-Adelaida, que bien que ya llegaste.
-Madre…-me dio un golpecito en la cabeza.
-Mamá.-Perdona, mamá, lamento haberme ido sin avisar.
-No importa.
Transcurridos unos meses, mis padres decidieron meterme en el, instituto. Y por raro que parezca, me aceptaron.
Días después de las vacaciones navideñas, empezaron las clases.
-Adelaida, Ángel te espera fuera para llevarte al instituto.
-¡Ya voy!-dije mientras me ponía corriendo unos vaqueros desgastados, apretándolos a mi cintura con un citarón de tela con estampados de el símbolo de la paz. Llevaba a juego una sudadera blanca, unas converse negras que hacían juego con un sombrero negro.
-¡Adelaida!-gritaba Elliot.
-¡Ya va!-baje corriendo las escaleras y corrí hacia la puerta.
En frente de la puerta había un descapotable rojo. En él, un chico joven con una camiseta de Escape the fate con unos vaqueros y unas deportivas.
-Princesita…, suba al carruaje-Me abre la puerta y entro-¿Qué tal?
-Bien, me alegro de ver a viejos amigos.
-Tendré unos seiscientos año, pero tanto como viejo…
-Era broma-le beso en la mejilla cuando se sienta y me pongo el cinturón.
Cuando llegamos al instituto él aparca cerca de la puerta al lado de un todo terreno reluciente.
-Don perfecto ya llegó-no pude contener una risilla.
-Adrián no es tan perfecto-él me miró estupefacto-¿Qué?
-Ese tío tiene dieciseises años, menos que yo, y lo hace todo mejor que yo.Caminamos hacia la puerta principal y encontramos a Adrián remangado, chapuceando con el motor de otro todo terreno, solo que este era viejo y estaba en mal estado.
-Hola chicos…- nos miró de reojo.
-Buenas, Don perfecto-Ángel siguió caminando mientras yo me paré en seco al ver que también había alguien debajo del coche.
Adrián me miro enfurruñado.
-¿Y bien?
-¿Eh?
-¿No piensas saludarme?
-Hola…
-Vaya un sentimiento que le has puesto-miró al motor con mirada indiferente.
Adrián y Ángel son amigos míos desde hace tanto que ya no recuerdo. Ángel en un vampiro convertido, por eso no envejece, Adrián es como yo, un pura sangre de una familia prestigiosa.
Adrián tenía pelo rojo y ojos negros y Ángel pelo rubio y ojos verdes.
-¿Vienes?-me decía Ángel mientras yo observaba las botas marrón oscuro de aquella persona debajo del coche-¿Hola?
-Ya voy…
Cuando entré en clase Ángel me indicó el único sitio vacio. Estaba en el fondo de la clase, cerca de la ventana.
-¿Tú de qué vas?-miré, eso me lo decía una chica castaña de ojos marrones-.No te acerques a Ángel, porque es mío.
-Las personas no son de nadie.
-¿Qué tienes con él?
-Solo somos amigos de la infancia.-Y un jamón. No te voy a apartar el ojo monina.
Cuando se marcho no pude evitar soltar un resoplo. Cogí los cascos y encendí el iPod. Miré a la ventana e intenté olvidar a aquella repelente chica.
-Perdona, ¿me dejas pasar a mi sitio?-miré y era Derek.
-Derek…-me puse roja, y volví a sentir la presión en el pecho.
-Anda… que cosas tiene el destino-se sentó y se quedo mirándome- ¿no crees?
-Esto…supongo…
-Y juntos-parecía cada vez más entusiasmado- ahora podremos hablar.
Me quité el sombrero, puse el volumen de iPod más alto y pasé de él.
-¿Qué tipo de música te gusta?-seguía insistiendo.
Me puse la capucha y me apoyé en la mesa.
¨Háblame… por favor…¨
Era Derek, había pasado a la telepatía.
-Aquí hay más vampiros. Te oyen.
-Lo sé… pero quería que me hablaras- se acercó a mí y el corazón se me salía por la boca-¿Cuántos años tiene Ángel?
-¿De qué quieres hablar?
-Eras tú la que quería aclarar cosas-me sonríe y se acerca cada vez más-, tú fuiste la que me dijo eso… en el bosque.
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