Apretaba la maleta en un intento inútil por cerrarla, en un
intento desesperado me senté encima de ella y forcé la cremallera.
Extrañamente, funcionó. Miré a mí alrededor, aún me quedaban muchas cosas por
guardar.
Encendí la radio para poder distraerme un poco. Cuando sintonicé
la cadena me dirigí al baño para guardar mis cosas y me miré en el espejo.
Mi cabello ondulado me cae hasta
la cintura, es marrón claro y enmarca mis grandes ojos avellanas que
cambian con la luz a un hermoso verde. Mi tez es blanca, mi complexión delgada
y mi altura baja para tener veintiuno.
En la esquina del espejo apareció un hombre con perilla de piel
ligeramente morena.
-¿Icíar?-pregunto débilmente el hombre-. No has cambiado nada…
-Papá…
Corrí hacia sus brazos y en el último momento salte y el me
agarrón en el aire.
-Que alegría…-susurré.
Terminando de recoger todo encontré una caja llena de viejas
fotografías y algún que otros trastos antiguos. Uno de ellos era un reloj de
bolsillo dorado, con números gravados en símbolos romanos.
Le di la vuelta y vi un mensaje en la parte posterior, pero no
podía averiguar en que idioma estaba, estaba tan concentrada que no sentí a mi
padre cuando se acercó.
-¿Falta algo?
-… no, ya esta todo. Ahora bajo.
Querido abuelo:
Esta es la primera carta que te escribo tras tu muerte. Hoy me voy
al pueblecito donde viven papá, Alex y Ariel.
El camino se me hace más largo a medida que avanzan los minutos,
lo único que me entretiene es la música de la radio y las malas anécdotas de
papá. Me espera un largo camino por recorrer, en todos los sentidos…
-¡Mira, ya
se ve el pueblo!
-Lo único
que se ve es una mansión, papá-le
corrijo-. Es muy grande ¿cómo es que está tan apartada del pueblo?
-Nunca lo
había pensado. Supongo que a los dueños les gusta la tranquilidad.
-Eso o que
nadie sepa que hacen allí-susurro.
-Uno de los
chicos que me ayudan en las cuadras vive hay.
-No me
digas- mi interés aparece y presto atención a cada una de sus palabras.
-Sí, es muy
trabajador.
-¿Da
miedo?-mi padre me mira extrañado-. ¿O es más bien misterioso?
-Pues no lo
se… es… normal.
-Normal…-me
repito a mi misma, pero… ¿alguien
normal viviría en una mansión tan apartada de la gente?
El coche se
adentra en un camino lleno de bache y bastante estrecho, al final del camino un
montón de casas pegadas entre ellas se asoman.
-Ahora se ve
el pueblo…
-Nuestra
casa esta un poco apartada, pero no mucho.
-¿Cuánto es “no
mucho”?-pregunto riendo.
-No mucho.
-Menuda
respuesta…
Cuando llegamos
al lado de unos establos el coche se paró en seco y luego continuó por otro camino aún más
estrecho que se metía ente el bosque y terminaba en una especie de mini
aparcamiento al lado de una casa de tres pisos.
-Fin del viaje-sentenció
mi padre y en el acto desabroché el cinturón y salí corriendo del coche para
estirar las piernas-. ¿Dormidas?
-Solo la
izquierda. ¿Tres plantas?
-¿Te
gusta?-la inquietud de mi padre se refleja en su voz. Asiento mientras
contemplo fijamente la casa-. Que bien. La habitación con terraza es la tuya.
-¿La mía?
-Sí, porque
eres la mayor- una voz diferente a la de mi padre exclama a mi espalda y cuando
me giro veo a Alex con los brazos cruzados sobre el pecho-. Lo quería yo, pero
el gran jefe te guardo la habitación a ti.
Abrazo a mi hermano, cuatro años menor que yo, fuertemente,
saboreando nuestro rencuentro todo lo posible. Es maravilloso poder abrazarlo
después de tanto tiempo, aunque me tenga que poner de puntillas para llegar más o menos a una altura
en la que él no tenga que agacharse.
Cuando nos apartamos le miro de arriba abajo, es mucho más alto
que yo, con cabello ligeramente despeinado y algo largo de color oscuro. Tiene unos
cálidos ojos oscuros y una agradable sonrisa.
-Que bien, ya no gastaremos una fortuna ablando por teléfono-me
dice riéndose.
-No… ¿Dónde está Ariel?
Alex y papá se miran confusos y luego mi hermano mira a su
alrededor.
-Esta por aquí…Voy a buscarla a su cuarto.
-Yo voy a dar una vuelta por los establos-dije a mi padre cuando Alex se metió en la casa-.
¿Puedo?
-Claro, faltaría menos-. Me indicó el camino para entrar con una
gran sonrisa en el rostro y luego me dejo marchar.
Cinco caballos estaban corriendo libremente en el interior de una
especie de corral con un palo en medio.
Me apoyé en la barandilla, mirarlos hipnotizada durante minutos,
cuando uno de los caballos se paró y empezó a mirarme fijamente mientras se
acercaba.
-Parece que le gustas-una voz masculina a mi derecha me sorprendió.
Cundo miré a quien me sorprendió me quede aún más sorprendida.
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