Querido abuelo:
Esta es la segunda carta que te escribo. Los días que pasan son
cada vez más extraños.Papá no quiere hablar de tu muerte, nadie quiere. Solo quieren encerrarlo en ellos mismos, como yo… Intentan parecer ajenos, pero cuando me hablan no me miran a los ojos. Ni siquiera lo intentan…
Era mediodía cuando decidí hacer algo con mi cuarto.
Pretendía pintar las paredes de lila y poner, por lo menos, una mesa de
estudio.
Mi padre
estaba decidido a hacer una fiesta para recompensarme por no haberme felicitado
el día de mi cumpleaños. Yo solo quería una habitación en condiciones.-¿Te ayudo?
Giré sobre mis talones para encontrarme a Alex.
-No me vendría mal- le tiendo una brocha-. La voy a pintar de lila.
-Cómo no.
Empezó poniendo papeles por el suelo para no mancharlo, y luego prosiguió con el esparadrapo.
-El viernes es el funeral del abuelo… Qué vas a decir.
-Nada. No tengo preparado ningún discurso.
-Siempre puedes improvisar. Tú… le conocías mejor que nadie.
-Eso no es verdad… Yo solo me quedaba a su lado callada, no necesitábamos hablarnos. En cierto sentido, no sé nada de él, o no tanto como me gustaría.
-…sigo pensando que deberías decir algo.
-Para qué. Nadie se tomará en serio mis palabras, nunca lo hacen…
-Eso no importa, Icíar- me miró fijamente-. No son ellos los que tienen que escucharte. Lo tiene que hacer él.
Le sostuve la mirada largo rato, pensando en la razón que tenía, pero…
-No sabría qué decir. No tengo muchos recuerdos de él, porque todos están borrosos, o ocupados por otros más recientes.
-Eso es suficiente…- retiró su mirada-. Voy a por la pistola de pintura, con brochas tardaremos siglos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario