lunes, 9 de julio de 2012

Cartas al abuelo. Capítulo 5.


Hoy ya es viernes,  mi habitación ya tiene mejor aspecto.

Sin darnos cuanta tardamos mucho en mejorarla, y  llegó este día.

 El día en el que los familiares vienen de negro y con caras tristes, con la única intención de deprimir más a los que realmente sufren.

El primer coche en llegar es el de mi madre, que lleva a mi abuela. No entendía para que hacer aquí el funeral, seguramente se habían gastado un dineral en todos los preparativos. Que si coronas de flores, coche funerario,  trajes recién salidos del tinte…

-Hola- la puerta de mi habitación se abrió y una cabeza de pelo castaño oscuro apareció lentamente-. ¿Cómo estás?

-¿Taylor? ¿Qué haces aquí?

Se paró bruscamente en el umbral de la puerta y me miro de arriba abajo.

-Veo que tus modales siguen igual de malos, niña. Yo he preguntado antes.

-Bien, estupendamente- sonrío falsamente haciendo evidente mi descontento-. Es más, no podría estar mejor ¿Has visto los preparativos? Si existieran los unicornios abrían alquilado algunos.

-Si tú lo dices…- pone los ojos en blanco antes de entrar completamente en la habitación-. No está nada mal. Por el color es obvio que es tu cuarto.

 -Si fuera tuyo estaría lleno de posters- me siento en la cama mirando atentamente como inspecciona mi cuarto.

Mira cada rincón con sus perspicaces ojos marrones, sin olvidarse de la terraza.

-Bonitas vistas-se gira y me ve mirarla directamente-. ¿Qué?

-Me recuerdas a un buitre… Es decir, no paras de dar vueltas… y no me has contestado…

-Vine a darte mi apoyo, obviamente… Por cierto, ¿puedo quedarme unas semanas?

-¿Qué?

Taylor meditó le que iba a decir y se sentó a mi lado.  Esperó un buen rato y a continuación me miró fijamente a los ojos agarrándome repentinamente de los brazos.

-Esto es por TU-RIS-MO. No me he peleado con mis padres… y no me he ido de casa por un tiempo para ser independiente.

-Claro que no.

Me soltó y luego fue a mirar por la ventana.

-No. Es por turismo… Este lugar parece muy… muy divertido.

-Mi padre quiere hacerme una fiesta a lo grande…-insinúo para contentarla.

-Dios salve a tu padre. Me ha salvado del aburrimiento.

Me levanto para salir a recibir al resto de la familia. Taylor me sigue mirando todo lo que puede a su paso.

-Taylor… sí, es muy bonita. Sí, nunca habías estado en ella. Y sí,  se que tienes mucho interés en verla entera, pero...- le paso una brazo por encima y le susurro-.  Por aquí ronda un “ser despreciable” y no quiero que te encuentres con él.

-¿Un ser despre…? ¿De qué estás hablando?- grita mientras me mira extrañada-. Icíar… ¿qué has desayunado?

-Ayer se tomó un Nesquik.

Nos giramos y nos encontramos con el “ser despreciable” en medio del pasillo.

-¿Cuánto llevas hay?

-Lo suficiente para saber que hay un “ser despreciable” aquí.

Taylor me mira molesta y luego me da un codazo.

-Por esto nunca, jamás, te llevaré a conocer chicos.

-¿Qué?- le devuelvo el codazo más fuerte-. El “ser despreciable” es el.

El aludido nos mira inexpresivo y luego me empuja a un lado.

-Como sea, no tengo tiempo. Apártate.

-¿Qué eso no se dice antes de empujar?-le grito-. Me puedo apartar yo sola.

-Es muy guapo…

-Es un “ser despreciable”- le recuerdo a mi amiga.

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